viernes, 16 de mayo de 2014

Punto y coma

Veinte años no es nada pero de todas formas pesan y demasiado. He sufrido grandes pérdidas pero ninguna se compara con la tuya. Es el constante miedo a olvidar tu voz o a no recordar tu rostro. Dicen que con el tiempo todo se supera y la herida sana. Creo que sana pero toda herida deja marcas y estoy sufriendo las consecuencias. Todavía me cuesta aceptar del todo la idea de que te has ido pero ya no es como antes. Es cierto que no estoy viviendo el mejor momento pero si lo comparo con lo que fue hace dos años atrás ¡Estoy estupenda!
Todavía recuerdo las lágrimas que decoraban mi rostro aquella noche y — por más que quiera olvidar — la razón por la cual la botella de vidrio cayó al suelo. Recuerdo lo que fue caminar sobre esos pedacitos de cristal y sentir como se hincaban en mí. El dolor físico no se compara con lo emocional. La ganas de no querer existir eran mayor a cualquier otra cosa. El último suspiro, el último respirar y el sueño eterno. Eso es lo que deseaba con todas ganas y pensé que la solución era decir adiós para siempre. Caminé a la cocina y extendí la mano hasta alcanzar el tarro de pastillas que estaba sobre el estante de madera viejo. Abrí el frasco y comencé a tomar una por una hasta que mamá lo vio. No lloró pero yo sí. Ella solo trataba de calmarme y hacerme entender que había cometido un error. A mi no me importaba, había tenido demasiado y quería que el dolor acabara. No alcancé a tomar más de tres pastillas y fue por mi  ruidoso llanto.
Volví a mi habitación e intenté ver una serie graciosa. Nada servía. Durante dos o más horas no podía dejar de pensar. Tomé coraje y caminé hacia el cuarto de mamá.
— Ma — dije en voz baja — quiero ir al médico.
— ¿Te duele algo? — preguntó.
— Me siento vacía — dije y volví a mi cuarto para cambiarme de ropa.
Unos minutos más tarde nos encontrábamos ambas en el auto camino al hospital. Pedí que me viera un médico. Me preguntó que sentía y le dije todo. Me preguntó si alguna vez me había cortado y le dije que no pero eso no significaba que no lo haya pensado. No necesitaba hacerme más daño del que mi propia mente hacía. Era una máquina que reproducía lo que creía que el resto pensaba de mi. También reproducía burlas inexistentes y existentes. Era parte de lo real y lo que nunca lo fue. Era una mezcla de todo. Además de eso era extrañarlo constantemente. La adolescencia no es la etapa más fácil de todas y tenía la idea de que si él estuviese aquí las cosas hubiesen sido diferente. Una vez que terminé de hablar y contarle todo lo que sentía a este completo extraño, me dijo que me iban a internar.
Fueron treinta días fuera de casa. Treinta días para recapacitar, para aprender a aceptar lo vivido y seguir adelante. Me llevó más tiempo recordar lo que era ser feliz de nuevo. Creo que fue al año que volví a sentirme viva de nuevo. La vida sigue y no se para por nadie. La vida se trata sobre continuar aunque estés sangrando. Mis cicatrices me están haciendo más fuerte de lo que alguna vez fui. Ahora tengo ganas de vivir aunque no sepa que quiero de mi futuro, aunque no tenga mucha voluntad y aunque a veces me cueste ver las cosas con claridad. Sé que al final de este túnel hay una luz esperandome y sé que no va a venir a mí, soy yo quien debe ir hacia ella. Estoy aprendiendo a danzar bajo la lluvia.
No soy la niña que era antes de aquel Noviembre de 2006 y hay cosas de ella que extraño. Su alegría es lo que más extraño, su despreocupación y su confianza con los demás. Pero esa niñita era débil y no había pasado por nada grave. Esa niñita tenía como mayor preocupación salir los fin de semana al shopping o comprarse una barbie nueva. Esa niñita era un tanto ignorante.
La vida no es rosa pero tampoco es negra. No todo es blanco y negro, existen los matices. Estoy buscando equilibrio y — de a poco — lo estoy encontrando. Todo cuesta pero todo llega y — sinceramente — pasa por algo.
La depresión es la peor mierda que te puede pasar en la vida pero se puede salir de ella. Y una vez que te levantes de ese infierno, nada va a ser igual. Vas a estar preparada, te vas a decepcionar menos y te vas a sorprender más. Vas a volver a encontrar las ganas de vivir de nuevo y esta vez no va a ser temporal. Porque mientras haces tus cosas, el mundo alrededor sigue en su curso. No estás sola, te sientes así. Refugiate en lo que vale la pena y por sobre todo: cree en ti. Y recuerda algo: no te quieres matar a ti, quieres matar ese dolor en el pecho que te hace sentir miserable.
Yo soy la autora de "Punto y coma" y cada palabra que escribí la siento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas Gracias por leer este blog :)